La preocupación por la salud ocupacional tiene sus orígenes en los inicios de la revolución industrial en el Reino Unido entre los años 1760 y 1830. La rápida expansión de la producción y el incremento de la riqueza de los países, sin embargo, no fue igualada en un inicio por la preocupación en la salud y bienestar de los trabajadores, que se encontraban en el último escalón de la estructura organizacional.
Fue recién a mediados del siglo XX, con la creación de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) que se empezaron a crear convenciones y guías para el cuidado de la salud en el ambiente de trabajo. La OMS define la salud como “un estado de afirmación positiva de bienestar físico, mental y social” y no como meramente la ausencia de enfermedad.
El modelo de un ambiente de trabajo saludable de la OMS incluye la participación tanto de trabajadores como empleadores en la aplicación de un enfoque de mejora continua para proteger y promover la salud dentro de la empresa, tomando como ejes 4 áreas:
- Consideraciones de salud y seguridad en el ambiente de trabajo.
- Consideraciones de salud, seguridad y bienestar en el ambiente psicosocial de trabajo.
- Facilidades en el ambiente de trabajo para un estilo de vida saludable.
- Consideraciones de salud, seguridad y bienestar en el ambiente psicosocial de trabajo.
Recientemente, se habla de un nuevo paradigma para la salud ocupacional, que busca ampliar el enfoque clásico conocido como gestión de riesgos ocupacionales (propios del trabajo) para incluir:
- Los aspectos médicos de ausencias por enfermedades y rehabilitación (con el riesgo asociado de no poder volver a trabajar).
- El soporte y gestión de las llamadas enfermedades crónicas no transmisibles (dolores musculo-esqueléticos y enfermedades mentales principalmente).
- La promoción de la salud en el lugar de trabajo y la comunidad.
Ello implica que la profesión de la salud ocupacional, largamente en manos de los médicos, deba ahora incluir conocimientos básicos de otras disciplinas como la química, física, toxicología, fisiología, psicología y tecnología de la seguridad. Ello a su vez implica dos nuevos retos, que consisten en identificar a los profesionales más aptos para desempeñarse en salud ocupacional (médicos, ingenieros de seguridad, etc) y garantizar su adecuada formación.
Para complicar aún más la situación, la adaptación al nuevo paradigma en salud ocupacional necesita de la participación de diversos actores como las empresas, compañías de seguros, instituciones del Estado y universidades que briden los programas de formación. En algunos casos se habla de incluir una filosofía de salud ocupacional en todas las consultas o tratamientos que los profesionales de la salud tengan con sus pacientes, para garantizar que la “capacidad de trabajar” está siendo considerada como una medida del bienestar de las personas.
Tomando ello en consideración, un estudio estratégico realizado en el Reino Unido sugiere que para los próximo 20 años, los profesionales en salud ocupacional tendrán que vérselas con una población trabajadores envejecida (si se mantienen las actuales tasas de envejecimiento en todos los países del mundo) que presentarán las siguientes características:
1. Personas en el rango de edad de 16 a más que trabajan.
2. Personas con un alto riesgo de quedar desempleadas por accidentes ocupacionales.
3. Personas con condiciones preexistentes que puedan impactar en su aptitud para trabajar.
4. Personas que padecen o en riesgo de enfermedades de latencia prolongada.
5. Personas con mayor prevalencia de enfermedades crónicas (50 años a más).
6. Personas trabajando en MYPES o de manera informal.
7. Empleadores.
8. Representantes de los trabajadores.
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